Aprovechando el feriado de Fiestas Patrias, nos animamos a escoger las mejores películas peruanas de la historia: cada redactor escogió su favorita (y algunas yapas). Todas son de visión obligatoria, así que tomen nota.
“Paraíso” (2009) de Héctor Gálvez
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Imagen: Chullachaki Producciones
Escribe: Alberto Castro (@mczorro)
La premisa de “Paraíso”, ópera prima (de ficción) de Héctor Gálvez, es de lo más sencilla: un grupo de amigos que vive en un barrio de la periferia de Lima decide dejarle ofrenda a un compañero que murió en un enfrentamiento con una pandilla rival. Pero la cinta trae consigo reflexiones mayores en este acercamiento a una pequeña población de desplazados por la violencia interna y a una segunda generación de migrantes en plena adolescencia. Se trata de una película sobre la forja de identidad de un grupo de marginados (tan literal -como este asentamiento humano al borde, afuerita, de Lima- como socialmente) que debe decidir qué es lo que va a hacer con su futuro, a puertas de la adultez.
Resulta fascinante cómo la película habla sobre la época de terrorismo, pero desde los márgenes y observando sus consecuencias: nunca directamente, tan solo a través de llantos apagados y en segundo término de madres desconsoladas, de esos protagonistas buscando sus raíces, enfrentándose a un pasado que, dependiendo del caso, quieren abandonar o reivindicar. Porque esta cinta se concentra en ellos: estas almas jóvenes que se debaten entre avanzar hacia la llamada modernidad -hacia Lima- y dejar de lado este margen, o más bien afirmar ese pasado y seguir defendiendo a los suyos. Cuando tal vez el camino no sea tan dicotómico y deba beber de ambos caminos. La pertenencia y la identidad son conceptos que definen el avance de esta historia y que también nos hablan de un país que, en ese momento y todavía ahora, no ha sabido definirse y aceptarse: tal vez se ha avanzado mucho hacia ese progreso idílico, pero se han dejado atrás muchos vacíos dolorosos.
Que todas estas ideas y reflexiones no confundan: no se trata de una película que pretenda ser seria o reflexiva, sino que se acoge a la cotidianidad, al seguimiento casi documental y a una dosis de humor casi involuntario. Se trata de una película que respira realidad y frescura como pocas películas peruanas lo han hecho en la historia, más bien atadas a guiones y construcciones más elaboradas (en los mejores casos, claro). Una escena que jamás olvidaré: este grupo de adolescentes trepado en una montaña y gritando groserías a toda voz. Catarsis pura, desahogo tanto individual como colectivo, tal vez de una nación entera.
YAPAS: Esa fascinante sátira de las telenovelas llamada “El Destino no Tiene Favoritos” de Álvaro Velarde, la visceralidad inigualable de “Días de Santiago” de Josué Méndez, el terror fuera de campo de “La Boca del Lobo” de Francisco Lombardi y el fascinante realismo mágico de “Madeinusa” de Claudia Llosa.
“La Boca del Lobo” (1988) de Francisco Lombardi
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Imagen: Inca Film
Escribe: Ernesto Zelaya (@ErnestoZelayaM)
Se han hecho muchas películas sobre la guerra interna del Perú en los años 80 y 90, todas viendo la época del terrorismo bajo diversas ópticas; aún hay historias sobre esta etapa de nuestra historia que merecen contarse en pantalla grande y probablemente sean inacabables. “La Boca del Lobo” (1988) de Francisco Lombardi, es tal vez una de las mejores.
Un grupo de soldados – que incluye a un joven Toño Vega, Aristóteles Picho y el recordado Gilberto Torres, entre otros – son destacados a un remoto pueblito de la sierra. Una vez ahí, prácticamente abandonados a su suerte y sin mucho que hacer, son asediados por los senderistas, los cuales se esconden en los cerros o entre los pobladores mismos.
El gran acierto de Lombardi y del guión de Augusto Cabada, Giovanna Pollarolo y Gonzalo Herrero es mantener al enemigo siempre en las sombras. Nunca vemos a los terroristas, pero se sabe que están ahí. Su presencia y el peligro que representan es constante, capturando perfectamente la paranoia, desconfianza y miedo que se vivía en aquella época. Es una situación límite que inevitablemente lleva a los atropellos y la tragedia – tanto de parte del enemigo como de los soldados mismos, una tropa de novatos fuera de su elemento que enfrentan su dura realidad como carne de cañón; si los eliminan, sólo es cosa de enviar otros refuerzos y esperar a que el ciclo de violencia siga repitiéndose.
La única oposición a este caos es el duro teniente Roca, interpretado por Gustavo Bueno, un militar de la vieja escuela que trata de imponer la disciplina; pero pronto caerá en el mismo temor e incertidumbre que sus soldados.
“La Boca del Lobo” es, en esencia, un thriller; pero dentro de los códigos del género es bastante fiel a la realidad de aquellos años oscuros donde el país era presa de la desconfianza y el miedo. Es el perfecto reflejo de un Perú atemorizado.
YAPAS: “Bajo la Piel” (1996) y “Tinta Roja” (2001), que adapta muy bien la novela de Fuguet a la realidad peruana y con tremenda actuación de Gianfranco Brero. Ambas de Lombardi, cuando estaba en su mejor etapa creativa.
“Caídos del cielo” (1990) de Francisco Lombardi
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Imagen: Inca Film
Escribe: Jonatan Medina
“¿Cuál es tu película favorita?” es la pregunta más difícil que le pueden hacer a un cinéfilo. Uno se muere de pena en dejar tantas obras maestras de lado por el hecho de escoger una. Pero cuando se trata de cine peruano, la cosa cambia. Si bien el cine nacional cuenta con grandes películas en su historia, hay una sola que me salta casi de inmediato a la cabeza: “Caídos del cielo”, el sexto largometraje de Francisco Lombardi, estrenado en 1990. Se trata de tres historias cruzadas: la de Lizandro y Cucha, una pareja de ancianos que han perdido a su único hijo y viven dedicados a construirle un mausoleo en el cementerio. La de Humberto, un optimista locutor de radio que se enamora de una deprimente y misteriosa mujer a la que él llamada Verónica. Y la de la adaptación del famoso cuento de Julio Ramón Ribeyro, “Los gallinazos sin plumas”, en la que una abuela ciega abusa y explota de sus dos nietos.
Tres generaciones nos sirven para retratar el Perú a finales de los 80s, época que es considerada como la peor época de nuestra Historia Republicana. Años de terrorismo, hiperinflación, pobreza, miseria y pesimismo. Pero a Lombardi no le interesa hacer un panfleto de denuncia, sino coser con sutil ironía y humor negro, un drama desolador, extrañamente tierno y mordaz al mismo tiempo, donde la esperanza se ha extinguido para darle paso a la muerte, una muerte tan presente como el amor. Augusto Cabada y Giovanna Pollarolo son los culpables de tan prolijo guión, en el que los personajes apenas se cruzan, ajenos los unos de los otros, como lo era el Perú de aquel entonces (¿y el de ahora?). Vale mencionar las notables actuaciones de Gustavo Bueno y la eterna Delfina Paredes.
“Caídos del cielo”, además de ser una extraordinaria historia muy bien contada, es un memorable retrato sobre aquellos años llenos de desventura y es más preciso y agudo que lo que pueden ser muchos documentales históricos. Hay que verla.
YAPAS: “Espejismo” de Armando Robles Godoy, “Bajo la piel” de Francisco Lombardi, “Días de Santiago” de Josué Méndez, “Madeinusa” de Claudia Llosa.
“Alias La Gringa“ (1991) de Alberto Durant
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Imagen: La República
Escribe: Kathy Subirana (@Catalina_)
La Gringa es, para mí, uno de los personajes más entrañables que nos ha entregado el cine peruano. La Gringa representa la esencia de una Lima ochentera que no entendía la cotidianidad sin el caos y la informalidad, sin la criollada como modus vivendi.
El cine peruano no es sólo limeño, pero creo que “Alias la Gringa” sí es un clásico limeño del cine peruano. El terrorismo tiene cercado a la capital en sus calles, en sus cárceles, en sus barrios, y se convive con él sin especial asombro, como si el problema fuera de otro. Tal como vivía Lima hasta que fue tocada por los atentados de Tarata y Frecuencia Latina. La delincuencia y la informalidad son formas de sobrevivencia, y se asumen con naturalidad.
“Alias la Gringa” es mi película peruana favorita porque tiene personajes en los que encuentro claves de la Lima que parió nuestra Lima moderna. Desde la entrada, cuando -de modo documental- nos muestra las entrañas sórdidas y caóticas al corazón de una capital más oscura que gris, encuentro esa parte de la ciudad en la que vivo que siempre se ha pretendido esconder.
YAPAS: “Días de Santiago” de Josué Méndez, “Paraíso” de Héctor Gálvez, “La muralla verde” de Armando Robles Godoy, “El destino no tiene favoritos” de Álvaro Velarde, “La boca del lobo” y “Bajo la piel” de Francisco Lombardi.
“Días de Santiago” (2004) de Josué Méndez
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Imagen: Chullachaki Producciones
Escribe: José Miguel Bellido (@josembellido)
Es curioso que mis tres películas nacionales favoritas compartan, por coincidencia, algunos elementos entre sí, a pesar de ser historias que se desenvuelven en espacios muy distintos. Por un lado, lo de Pietro Sibille en “Días de Santiago” debe tener, hasta hoy, una de las actuaciones más memorables del cine peruano. Josué Méndez nos presenta una Lima fragmentada, perdida entre tantas realidades que conviven mientras el personaje de Santiago Román (Pietro Sibille) trata de construir en su cabeza imágenes y discursos para reinsertarse en una ciudad y un país para los que es casi invisible; mientras que, al mismo tiempo, se enfrenta a sus propios demonios.
En “Contracorriente”, destaca lo bien trabajada que está la relación entre Miguel y Santiago (sobresalientes Cristian Mercado y Manolo Cardona), sobre todo cuando cruza al terreno del realismo-mágico, del amor que duele más por su presencia que por su ausencia y que se desarrolla en un marco donde, supuestamente, nada fuera de lo común debería ocurrir.
Y, finalmente, recordar al maestro Robles Godoy y “En la selva no hay estrellas”, sobre todo por lo importante que fue para mostrar su estilo propio a fines de los 60 con una selva en la que es fácil sentirse pequeño y perdido en medio de lo que los sonidos del propio paisaje dictan. Las tres, de las cuales dos son óperas primas, son cintas en las que el conflicto interior de sus protagonistas, a veces muy a pesar de sí mismos, se manifiesta y transforma el entorno, convirtiéndose luego en conflictos externos e interacciones que le dan un empuje a las acciones. Aun así, también gustan tanto por lo que cada una ofrece a nivel individual. Imperdibles.
“La Muralla Verde” (1969) de Armando Robles Godoy
![Imagen: Arkivperu]()
Imagen: Arkivperu
Escribe: Giorgio Lázaro (@Giorz)
“Y luego nos preguntamos… ¿cómo puede esta película venir de Perú, con su industria cinematográfica subdesarrollada? La respuesta, por supuesto, es que grandes película no tienen nada que ver con la industria. Estas vienen de grandes cineastas, quienes pueden ser encontrados en Perú así como en cualquier lugar” – Roger Ebert.
Hace algunos años me encontré con esta obra y, a pesar de mi inexperiencia analizando cine, no pude evitar ser lentamente atrapado por la delicada belleza de sus primeros instantes, hasta ser totalmente envuelto con el paso de los minutos y la calidad de algunos pasajes.
Con una narración fragmentada que salta de un momento a otro, se edifica el relato de una familia que intenta asentar su hogar en el territorio virgen de Tingo María, una selva que es mostrada con paisajes bellos y llenos de vida, algo que contrasta con la grisácea ciudad de Lima, mostrada de forma caótica, abarrotada, pero a su vez fría y muerta, donde escaleras interminables, pasillos y oficinas nos revelan el absurdo de los procesos burocráticos que esta familia debe superar para poder establecerse en la selva, como si la ciudad fantasmal y ese modo de vida del que intentan escapar los persiguiera. Pero es clave la determinación del padre de familia, que está convencido de que establecerse en medio de la naturaleza, vivir con ella y de ella, es lo idóneo, para él y sus seres queridos. Su visión idealizada es un tanto ingenua, pues no ha llegado a entender que esos territorios no pueden ser conquistados, porque la selva guarda peligros en su frondosidad que se elevan hasta convertirse en una muralla que los separa de la civilización, algo que se descubre de una traumática manera, que desembocará en un silencioso, desolador y contundente final.
Acostumbrado a un cine peruano bastante pobre, descubrir entonces a “La Muralla Verde” fue un total desconcierto: ¿de verdad esta es una película peruana? Como luego leería, la explicación es que las grandes películas vienen de grandes cineastas y Robles Godoy es uno bueno. Sin ser perfecta, esta cinta posee algunos de los momentos más altos que ha tocado el cine peruano, y si bien luego descubriría otras buenas películas peruanas, aquella primera impresión con este trabajo es inolvidable. No por nada, Roger Ebert, uno de los críticos más reconocidos de la historia, tras toparse con este filme, acabaría tan maravillado, escribiría una crítica elogiosa, le daría la puntuación máxima de cuatro estrellas e incluso la incluiría en su lista de mejores películas de 1972, un ranking que lideraba “El Padrino” de Coppola.
YAPAS: “Metal y melancolía” (1994) de Heddy Honigmann, “Días de Santiago” (2004) de Josué Méndez, “El caudillo pardo” (2005) de Aldo Salvini, “La teta asustada” (2009) de Claudia Llosa. No, ninguna de Francisco Lombardi: por favor, sus obras están demasiado sobrevaloradas y ni de cerca entre lo mejor del cine nacional.
“Conversaciones” (2005) y “Conversaciones II” (2007) de Marianela Vega
Escribe: Terina Flores Castillo (@rosebud8421)
Cortometrajes documentales dirigidos por Marianela Vega en los años 2005 y 2007 respectivamente. De carácter autobiográfico y con una sinceridad plena, Marianela nos cuenta en paralelo los cambios generacionales entre su abuela, su madre y ella misma. En “Conversaciones”, la directora nos narra en primera persona su extrañeza por ser tan diferente a su madre cuando ésta tenía su edad. En “Conversaciones II”, con una técnica distinta a la primera cinta, pero con la misma esencia, profundiza con bastante curiosidad en las expectativas de tres mujeres que se enfrentan a sociedades completamente distintas.
Es que estos dos cortometrajes pertenecen a un cine íntimo y brutalmente honesto, en el que podemos ver a personajes reales guiados de la mano de una directora que conoce (se involucra de antemano) muy de cerca la historia que quiere contar. Nos encontramos con miradas femeninas acerca del matrimonio, acerca de la decisión que tomamos sobre si somos madres o no, de lo que ganamos y perdemos cuando vivimos de lo que creemos o de lo que nos enseñaron. Nos habla del respeto que sentimos a lo que nos antecede, y que a veces solemos llegar a una edad en la que necesitamos mirar hacia atrás para entender nuestro legado.
YAPA: “Hija de la Laguna” de Ernesto Cabellos
“Las Malas Intenciones” (2011) de Rosario Garcia-Montero
![Imagen: Garmont Films]()
Imagen: Garmont Films
Escribe: Dante Morales (@caballeroetereo)
Una elección un poco a contracorriente. Cayetana de los Heros (Fátima Buntinx) es una niña de ocho años de clase alta y de padres divorciados, que por su especial personalidad (y su apellido), siente una singular predilección por la historia del Perú. Estamos en la Lima de principios de los ochentas. Con una madre que viaja constantemente (Katerina D’Onofrio), a la que guarda un enorme recelo y desconfianza por sus prolongadas ausencias, Cayetana se deprime al enterarse que tendrá pronto un hermano menor, producto de su relación con su padrastro Ramón (Paul Vega). Su mundo se desmoronará al instante, tanto que se promete a sí misma que el dos de mayo, día programado como nacimiento de su hermanito, ella irremediablemente morirá.
Cayetana lo tiene todo: una buena educación, comodidades y las necesidades materiales plenamente satisfechas. Inclusive tiene hasta un chofer particular, cosa sui generis en el Perú de la época de la hiperinflación y el terrorismo. Pero no es feliz.
Refugiada en los héroes de la historia del Perú (Olaya, Bolognesi, Grau, etc), las imágenes fílmicas de “Las Malas Intenciones” realizan un constante juego entre la ficción y la realidad, bajo la perspectiva de primera persona de la niña protagonista. Todo funciona como una gran metáfora de cómo se ha construido el imaginario nacional. Las bellas metáforas no se reducen al mero esteticismo, sino que contienen una profundidad pocas veces vistas en el cine local. La resignación nacional como tema recurrente se evidencia en la cómica escena en la que el chofer (Melchor Gorrochátegui) aparentemente escucha que la selección peruana le va ganando 6-0 a Brasil, a lo que él responder con un “deber ser un error”.
Sencilla, pero a la vez revolucionaria, resulta “Las Malas Intenciones”. La mejor escena, sin duda: la Abuela Amalia trata de empezar una charla amistosa con la pequeña Cayetana acerca del nacimiento del nuevo miembro de la familia, mientras pasean en auto por un paisaje limeño con perros en los postes de luz o pintas alusivas a la presencia de Sendero Luminoso en la urbe. Cayetana decide no escucharle y subir el volumen de la radio, a lo que su abuela responde con un lastimoso: “no puedes pretender que no está pasando nada”.
YAPAS: “La Muralla Verde” (1976) de Armando Robles Godoy, “La Boca del Lobo” (1988) y “Tinta Roja” (2000) de Francisco Lombardi, “Días de Santiago” (2004) de Josué Méndez y “Paraíso” (2009) de Héctor Gálvez.
“Madeinusa” (2006) de Claudia Llosa
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Imagen: Vela Producciones
Escribe: Renzo Mendoza Sotero (@RenzoMendozaS)
Dirigida por Claudia Llosa, “Madeinusa” nos presenta la historia de Salvador, un joven limeño que viaja durante Semana Santa a la sierra peruana y quien descansa en un pueblo perdido entre los andes llamado Manayaycuna (el pueblo al que nadie puede entrar, en quechua), el cual tiene como tradición que todo pecado cometido durante el Tiempo Santo es perdonado, dado que “Dios se encuentra muerto durante estos días y no puede ver lo que sucede”. Es ahí donde conoce a Madeinusa (Magaly Solier), la cual encuentra en Salvador un medio por el cual escapar del pueblo maldito y buscar a su madre en una tierra lejana denominada “Lima”.
El valor de la cinta radica en esa exploración de los rasgos antropólogicos afianzados en nuestra cosmovisión andina y criolla, los cuales Claudia Llosa no duda en presentar como un espectáculo siniestro lleno de sátira, fuegos artificiales, bailes andinos, deseos y ansias por afirmar todas aquellas leyendas sobre el amor/odio de nuestros pueblos andinos. Y cuestionarlos, desarmarlos, componiendo un relato del más puro realismo mágico.
“Madeinusa” fue la primera película de Claudia Llosa y nos confirmó que nos encontrábamos ante una talentosa directora. Luego se alzaría con premios en el Festival de Róterdam, La Habana, Mar del Plata, Málaga, entre muchos otros, lo cual impulsó su carrera para posteriormente presentarnos “La Teta Asustada”, con la cual se alzó con el Oso de Oro en el Festival de Berlín.
YAPAS: “Días de Santiago” de Josué Méndez, “La ciudad y los perros” de Francisco Lombardi y “El destino no tiene favoritos” de Alvaro Velarde.
“Contracorriente” (2009) de Javier Fuentes-León
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Imagen: Dynamo Producciones
Escribe: Omar Cáceres (@Cine_filoso)
“Contracorriente” no es una reflexión sobre la homosexualidad en sí misma, sino sobre cómo afecta a los demás (y cómo los demás la afectan, claro). Es una película sobre el verdadero significado de esa idea criolla de “ser hombre”, que no se encuentra en esos partidos de fútbol con los que se quiere criar a un niño para que sea “varón”, sino en la valentía y el coraje. Ese que el personaje de Manolo Cardona manifiesta durante toda su vida, y ese mismo que él espera, y que la audiencia espera también, que manifieste el protagonista. Javier Fuentes-León logra crear situaciones en las que los posibles rumores dejan de importar, haciendo que el espectador se pregunte hasta qué punto importa guardar las apariencias.
Una película que crítica el machismo y la homofobia dominante en gran parte de Sudamérica, pero remarcando que la única manera de cambiar esa situación parte de cada uno.
YAPAS: “Solos” de Joanna Lombardi, “Hija de la laguna” de Ernesto Cabellos, “La boca del lobo” y “Tinta Roja” de Francisco Lombardi, y “Como en el cine” de Gonzalo Ladines.
“El Mudo” (2013) de Daniel y Diego Vega
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Imagen: Maretazo Cine
Escribe: Orlando Barreto (@pirriman)
Con “El Mudo”, los hermanos Vega reafirmaron su talento y, sobre todo, su estilo. Y es que desde “Octubre” los directores ya demostraban un perfil cinematográfico que iba entre el drama cotidiano y el humor negro.
La historia de “El Mudo” todos la conocemos, porque somos próximos a ella: esa historia de las entidades públicas, donde la corrupción está a la vuelta de la esquina y aparece casi como una norma inquebrantable por todos. Es allí donde se asoma la figura de Constantino Zegarra, un incorruptible juez al que no le tiembla la mano al momento de dar severas sanciones a los delincuentes: un personaje incorruptible y con una moralidad que sorprende dentro del Poder Judicial. Pero algo sucede con el juez luego de un atentado contra su vida. Un personaje, que no se sabe a ciencia cierta quién es, le dispara dejándolo parcialmente mudo. Es allí cuando Constantino decide buscar al sospechoso, adentrándose en todo ese mundillo que siempre quiso evitar, donde el padrinazgo y el pago por información son algo cotidiano.
La cinta está cargada de un humor por la maldad, porque nos reímos de lo mal que le va a Constantino y de lo bien que la pasan todos los que no siguen su camino o forma de actuar. El final es de antología: la música retumba, todos bailan de forma frenética, mientras Constantino ya comprendió cómo es este mundo y cómo sobrevivir a él. Un deslumbrante Fernando Bacilio como el juez Constantino ya pasó a la historia del cine peruano gracias a esta película.
YAPA: “Lima Bruja” de Rafael Polar, de los grandes documentales hechos en el Perú, donde se busca saber un poco más de la música criolla a través de sus viejas glorias. Lima es una ciudad que los ha olvidado, que nos los recuerda. Es notable cómo el director registra de manera tan real y concisa este reencuentro entre criollos. Él está allí, pero no se siente su presencia, tampoco se siente un documental prefabricado. Todo es espontaneo, todo sucede frente a la cámara, todo le sale al director. Un documental que no debemos dejar de ver ni dejar que se pierda u olvide.