Escribe: Eduardo Adrianzén
Uno se queda con varias frases de don César Hildebrandt en su entrevista con Marco Aurelio Denegri: totalmente de acuerdo con que el pensamiento crítico es fatal para el capitalismo, y es cierto que UNMSM tuvo un rector como Luis Alberto Sánchez y hoy tiene a Cotillo: OK, hay muchas cosas objetivamente patéticas en el presente. Y así, por el estilo.
¿Pero de ahí a decir que “Risas y salsa” era poco menos que una porquería?
Se pasan los dos con el odio a todo lo popular, ¿no? Ni la más mínima, ni un poquito de empatía con aquello que hacía sonreír a todo un país en los peores momentos de su historia. Porque “Risas y salsa” se emitió entre 1980 a 1999.
Y perdonen, pero hacer reír en esa época era más necesario que nunca. Era terapéutico, urgente, Yo les agradezco y los admiraré siempre por eso.
(Bueno, calculo que mi oficio le repugna al sr. Hildebrandt. Como que las telenovelas jamás le simpatizarán, así que esta opinión le parecería coherente con mi infame vida, pero en fin. Uno igual lo respeta y aprecia, igual que a MAD)
Y justamente por lo mismo, causa desazón esa insistencia por despreciar de plano lo popular, sin querer comprender el PORQUÉ se mueven las emociones más simples. Bastaría con que tengan el ánimo para desglosar estas razones, pues si algo jamás les faltará a ambos, son recursos intelectuales.
Pero no les importa: no quieren, les llega, No son Carlos Monsivais, por ejemplo, el gran escritor mexicano que analizó la cultura popular como nadie en nuestro idioma, y con una mirada empática sin guillotinas. O Jesús Martín Barbero, o algunos otros.
Es curioso que tanto CH como MAD, finalmente encarnen dos características tan saltantes de nuestra comarca: el prejuicio condenatorio, y una amargura basada en la nostalgia del pasado. Eso que EL gran sabio peruano de hace 50 años, Sebastián Salazar Bondy, supo señalar con tanta agudeza.
¿Tenemos hoy la televisión que merecemos? Quizá. ¿Y quizá también, los sabios que merecemos? Cómo será, pues. Cómo será…